martes, 7 de julio de 2009

Tiempo de reformas, con nuevos debates y sin superpoderes



Guillermo O'Donnell – Clarín, domingo 5 de julio de 2009


Desde diversos ángulos y profesiones estamos tratando de interpretar los resultados y consecuencias de las elecciones del domingo pasado. De esto resultan muchos temas, que seguramente debatiremos por bastante tiempo; entre ellos quiero destacar la enorme atención que se viene prestando a la situación en que han quedado los posibles presidenciables y a la incipiente interna del justicialismo. Estos son temas importantes, aunque sólo fuere porque desde ya articulan movimientos de esos presidenciables y, como tales, merecen ser tomados en cuenta. Pero la enorme (si no casi obsesiva) atención que se les está dedicando implica un serio riesgo. Muchos coincidimos que dos graves defectos del sistema político argentino son su hiper presidencialismo y la extrema personalización de partidos y candidaturas. La atención que mencioné refleja y, me temo, puede reforzar esas características.

En cambio, creo que la principal vía de esperanza que han abierto las elecciones es hacia la restitución del Congreso en su auténtico papel -y obligación- de legislador; es decir, ser la institución que inicia y sanciona las importantes leyes de la Nación, no una básicamente reactiva a iniciativas del Ejecutivo. Hay en este plano una agenda tan amplia como importante. A corto plazo, preferiblemente ya durante el actual Congreso, habría que derogar las dos normas que encarnan lo peor de la democracia delegativa que tenemos: la que asigna superpoderes al Ejecutivo y la que determina la actual mayoría en el Consejo de la Magistratura y entorpece gravemente la autonomía del Poder Judicial. Asimismo, con la misma urgencia, habría que modificar restrictivamente la reglamentación de los decretos de necesidad y urgencia. Más adelante, habrá que ir produciendo la legislación de fondo que nuestro país tanto necesita.

No es esta la ocasión para ocuparme de esto, salvo señalar que hay leyes que van a necesitar amplios debates, en la escena política y en la sociedad, y en los que la atención y difusión que les brindemos van a ser decisivas para su calidad; pensemos entre otras en la necesidad de una reforma impositiva que supere sus evidentes inequidades e ineficacias, de adecuada legislación para las actividades agropecuarias, de las modificaciones conducentes a que el federalismo argentino sea realidad, de reponer y actualizar la legislación sobre minería y protección de glaciares y, por cierto, la tantas veces prometida y nunca realizada reforma política. Estos y otros temas de responsabilidad legislativa son por lejos los más importantes para el presente y el futuro de nuestro país. Si esto es cierto, medios y analistas deberíamos prestarles cercana, intensa y constante atención. Esto daría positiva repercusión a los representantes que se ocupen seriamente de ellos, incentivaría a los que aún no lo han hecho y castigaría a los que se nieguen a considerarlos.

Asimismo, esa atención expresaría una opinión pública que a través de su voto se ha expresado claramente en pro de una mayor institucionalización de nuestra vida política; con ello a su vez se facilitaría que esa opinión, en sus diversas manifestaciones, se movilice alrededor de temas legislativos y con ello haga la necesaria contribución ciudadana a la discusión y decisión de los mismos. Si, en cambio, estos temas ocuparan un lugar marginal en las ocupaciones y preocupaciones de medios y analistas, de hecho habríamos contribuido a ratificar los vicios de hiper presidencialismo y extrema personalización que con tanta razón criticamos. Aunque interesantes, las especulaciones sobre futuros presidenciables y la interna justicialista no dejan de ser tales; por su lado, la elaboración de una adecuada agenda legislativa -que no es sólo tarea de los políticos- es un tema de grande, inmediata y concreta importancia. Creo que medios y analistas tenemos la gran responsabilidad de reconocer esto y actuar en consecuencia.

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